Pasó poco más de un mes, pero Utopías, como el Sol, siempre está. En esos días, Mark Zuckerberg decidió mojarle la oreja a Elon Musk y apostó a desafiar la hegemonía de Twitter lanzando Threards que en cinco días logró captar 100 millones de usuarios, muchos de los cuales están disconformes con el creador de Tesla de ir arancelando la red social. Pero mientras los multimillonarios se pelean, aún tenemos problemas con la post verdad. Ahora que proliferan las complicaciones técnicas para reconocer la falsedad de ciertos contenidos es comprensible sucumbir a la tentación de sacrificar la verdad como norte. Lo razonable, sin embargo, sigue siendo recordar lo que perdemos sin su función orientadora. Lo que no es mentira, y se convierte en una verdad absoluta, es que Nueva York es una ciudad única y que si tuviera una canción que la identifique seguro que el tema popularizado por Frank Sinatra está a la cabeza de todas.
Me extraña araña, que siendo mosca no me conozcas
Molestas… Pegajosas… Inquietas… Revoltosas… De mañanas volátiles y noches apagadas… Esas son las moscas. Sí, ese animalito que incluso nos cuesta pronunciar, ya que aspiramos la “s” y la transformamos en un bicho extranjero. Moscas a las que se le dedicaron libros y hasta temas musicales, pero que la ciencia le destaca una inteligencia inigualable.
Todo empezó con el libro de Claudia Piñeiro (“El tiemplo de las moscas”) lo que movilizó esta newsletter. La escritora sostiene que no hay una mosca, sino varias que se diferencian por sus actitudes, alimentación, hábitat, modales y gustos. Pero también explica que no es lo mismo una mosca (esas que pronunciamos como mojcas) y el tábano, el mismo que seguro alguna vez en la vida nos ha provocado más de un respingo.
Pero vamos a hablar de la más molesta de todas. Esas que por más que abras una ventana persisten en su aletear frente al televisor, a las alacenas, delante de un libre y que adoptaron una rara habilidad para escabullirse de los manotazos arteros con escaso resultado. Mide apenas tres milímetros y son la envidia de los nutricionistas ya que no llegan a pesar ni dos miligramos.
Pero hay algo que las hace únicas y es su gran resistencia: aguantan violentos golpes, se reproducen de cualquier manera, sobrevive a cualquier condición climática y pueden oler una banana a centenares de metros de distancia. El mismo atributo es para cualquier fruta madura que fue olvidada en la cocina hasta que ella la sobrevuela con ansia.
Aunque nos empeñemos en llamarla vulgarmente como “la jodida mosca de la fruta”, su pedigrée las denomina como Drosophila melanogaster. Digna asesina de nuestra paciencia, pero con superpoderes y aunque nos neguemos a reconocerlo, tienen un asombroso parecido genético con los humanos.
Pero, ¿dónde subyace dicho parecido? ¿Dónde están nuestras similitudes con este diminuto insecto? Pues en el ADN, porque compartimos con la molesta Drosophila melanogaster ni más ni menos que el 50% de nuestro material genético y el camino evolutivo que ha seguido esta miniatura es parecido al de los humanos. Se reproducen tan rápido y tienen un ciclo vital tan corto que pueden observarse muchas generaciones de vida en muy poco tiempo. Dado que el 60% de las enfermedades humanas tienen una contrapartida identificable en el genoma de las moscas de la fruta, este hecho resulta super útil para observar mutaciones y transmisiones. Además, la mosca presenta cuatro parejas de cromosomas -no 23, como los humanos- lo cual facilita mucho la observación.
Un equipo de investigadores del Laboratorio de Biología Molecular de Cambridge reconstruyeron sus neuronas e incluso las sinapsis de la mosca de la fruta, tratando de seguir el recorrido de la información desde que los sentidos del insecto la emiten hasta que esta llega a las neuronas que rigen las respuestas motoras. Es la primera vez que se dibuja su mapa neuronal y es el tercer animal —los dos primeros son también diminutos— del que la ciencia logra cartografiar el cerebro; gracias a él daremos un salto en la investigación de enfermedades como el Alzhéimer o el Parkinson.
Estos avances se sumarán a la lista de insignes alegrías que ha dado la mosca de la fruta, que es, con toda seguridad, el animal que más premios Nobel acumula en su historial como modelo. En 2017, Hall, Rosbah y Young consiguieron desenmascarar los mecanismos moleculares que rigen nuestros ritmos circadianos de sueño y vigilia gracias a la mosca de la fruta, y en 2004, 2011, 1995, 1946 también hubo premios Nobel por los hallazgos hechos con ella y que van desde descubrimientos sobre inmunidad a la organización del sistema olfativo.
De todos estos Nobel, el primero y más preciado, y el que reveló el potencial de la mosca, fue el de Thomas Hunt Morgan en 1933. Descubrió que los cromosomas portan consigo los caracteres hereditarios, algo que ahora nos parece obvio, pero que en aquel momento supuso una revolución en el conocimiento. Otra historia antigua que sobrevuela en la órbita de la mosca es la de una pionera, la doctora Mary B. Stark, que realizó, posteriormente a Thomas Hunt Morgan, y con el mismo animal, estudios pioneros sobre los factores hereditarios del cáncer. Como ocurrió con muchas mujeres investigadoras, su tarea se mantuvo en la sombra en un mundo de la ciencia ‘firmado’ por hombres y se consideró poco importante hasta que el tiempo ha puesto sus avances en su lugar.
Pero las moscas son insectos comunes que a menudo se asocian con molestias y suciedad. Sin embargo, también tienen un lugar interesante en diferentes contextos culturales:
Simbolismo: En muchas culturas, las moscas se asocian con la decadencia, la muerte y la impureza. Su presencia puede representar la fragilidad de la vida y la transitoriedad. Además, las moscas también pueden simbolizar la persistencia y la inevitabilidad de la muerte.
Arte: Las moscas han sido representadas en el arte a lo largo de la historia. En la pintura y la escultura, a menudo se las representa en vanitas (naturalezas muertas) para recordar la mortalidad humana. También pueden aparecer en obras surrealistas o como elementos perturbadores que desafían la belleza convencional.
Literatura: Las moscas han sido mencionadas en la literatura como símbolos o metáforas. Por ejemplo, en la obra "Las moscas" de Jean-Paul Sartre, las moscas representan la culpa y el remordimiento. Además, en la novela "La metamorfosis" de Franz Kafka, el personaje principal se convierte en un insecto, una especie de escarabajo, y las moscas están presentes en el entorno para acentuar su transformación y alienación.
Religión y mitología: En algunas tradiciones religiosas y mitológicas, las moscas pueden tener un significado específico. Por ejemplo, en la antigua religión egipcia, la mosca era un símbolo de corrupción y enfermedad. En la mitología griega, las moscas se asocian con el dios Hermes, que era considerado el mensajero de los dioses y protector de los viajeros.
Cultura popular: En la cultura popular, las moscas pueden tener diversas representaciones. Pueden aparecer en películas de terror o en narraciones que evocan un sentido de repulsión y temor. También se han utilizado como personajes en caricaturas y cómics, a menudo para generar humor o incomodidad.
En resumen, las moscas han dejado su huella en la cultura a lo largo de los años, desde simbolismos en el arte y la literatura hasta representaciones en la religión y la cultura popular. Su presencia evoca diferentes emociones y conceptos, y su significado puede variar según el contexto cultural y la interpretación individual.
También las moscas incursionaron en la música. Aquí van algunos ejemplos:
Letras de canciones: En ocasiones, las moscas pueden mencionarse en las letras de las canciones como elementos simbólicos o metafóricos. Por ejemplo, en la canción "Hey Jude" de The Beatles, hay una línea que dice: "Take a sad song and make it better / Remember to let her into your heart / Then you can start to make it better". En algunas interpretaciones, la línea "let her into your heart" se ha interpretado como "let her (la mosca) into your heart". Esto añade un elemento de surrealismo y extrañeza a la canción.
Géneros musicales específicos: Algunos géneros musicales han utilizado el sonido o la temática de las moscas como parte de su estética. Por ejemplo, en la música experimental o en el género conocido como "noise", es común utilizar grabaciones de sonidos de moscas o manipular los sonidos para crear una atmósfera desconcertante.
Bandas sonoras: En la composición de bandas sonoras para películas, las moscas pueden ser representadas sonoramente para evocar ciertas emociones o establecer una atmósfera particular. Por ejemplo, en escenas de suspenso o terror, el zumbido de las moscas puede utilizarse como un elemento sonoro para aumentar la tensión y el misterio.
Antonio Machado publicó en su primer libro, Soledades, una sección titulada "Humorismos, fantasías, apuntes". Ahí Machado intenta captar la poesía de lo que, por ser tan familiar, no ha tenido "digno cantor." El poeta descubre que no hay nada más poético que las moscas; como se han posado en todo, evocan "todas las cosas".
Vosotras las familiares
Inevitables, golosas
Vosotras, moscas vulgares
Me evocáis todas las cosas
Oh, viejas moscas voraces
Como abejas en abril
Viejas moscas pertinaces
Sobre mi calva infantil
Moscas de todas las horas
De infancia y adolescencia
De mi juventud dorada
De esta segunda inocencia
Que da el no creer en nada
En nada
Moscas del primer hastío
En el salón familiar
Las claras tardes de estío
En que yo empecé a soñar
Y en la aborrecida escuela
Raudas moscas divertidas
Perseguidas, perseguidas
Por amor de lo que vuela
Yo sé que os habéis posado
Sobre el juguete encantado
Sobre el librote cerrado
Sobre la carta de amor
Sobre los párpados yertos
De los muertos
Inevitables golosas
Que ni labráis como abejas
Ni brilláis cual mariposas
Pequeñitas, revoltosas
Vosotras, amigas viejas
Me evocáis todas las cosas
Si bien no son tan comunes como otros temas o elementos en la música, las moscas han sido mencionadas o utilizadas en diferentes contextos musicales, ya sea como metáforas, elementos sonoros o parte de la estética en géneros específicos.